"¡¡OH, MUNDO!!"
Con las manos alzadas enmarcando su rostro velado, una médico de un hospital de Gaza gritaba, a la vista de muchos que la observaban con los rostros desencajados por el miedo y el dolor, llorándole al mundo como testimonio desgarrador de la brutalidad de ver a los niños asesinados, desmembrados, desangrados. Como escapada a la impotencia sus gritos; a la desesperación: "¿Es que nuestra sangre vale menos que la vuestra?", vociferaba rota en llanto ante la cámara que la grababa, quizá con la esperanza de que, en algún lugar del mundo -"¡oh, mundo!"-, alguien pudiera hacer algo para acabar con los bombardeos, con las muertes, paliar el hambre, la sed, el terror, la pena, la incertidumbre.
¡Oh, mundo...!, ¡¡mundo...!!
Mundo anestesiado que parece sumar películas en vez de realidades, mundo que sigue odiando, litigando con el vecino; mundo cisma de la pretensión de superioridad y el dominio al otro, mundo con el ridículo penacho en su cabeza de un dios hecho a imagen de la humanidad; un dios hecho a la imagen de la insignificante naturaleza humana, yerma de confianza en el Dios amoroso que nos creó.
Y ahí sigue, ¡oh, mundo!, guerreando y asesinando, unos y otros, por una tierra, por unos ideales, por un constructo que sale de cabezas enfermas de odio.
Con las manos alzadas frente a su rostro, cubierta con su velo islámico, una doctora de un hospital de Gaza gritaba desesperada, aterrorizada, desbordada: "¡¡Oh, mundo!!".
Y, el mundo, en vez de aprender, en pocos días, continuará con la "película" que se le da cada día a través de las pantallas de los televisores, ya sea en Gaza, en Israel o en una de Van Damme -para el mundo todas ellas ocurren frente al sofá o cómodamente sobre él, móvil en mano-. Considerará que habrá que seguir visionando violencia en cuantas más versiones mejor, porque la anestesia de la democracia nos salva el pellejo de la atrocidad, de momento; miramos por las ventanas y no caen bombas, todos los edificios están en pie. Así, acudirá el mundo al centro comercial; preparará el 'Halloween', imitará el mundo las vísceras y la sangre, las carnes suturadas o desmembradas porque, con la anestesia, no duelen las tripas al aire y reirá el mundo la representación de la barbarie, porque no tendrá bastante con lo que su conciencia sabe, pero sus ojos no ven y su corazón, ¡oh, mundo!, no parece sentir.
Me preguntaba alguien tras la explosión, la masacre al hospital de Gaza, qué se puede hacer desde aquí. Qué.
¿Qué?
Es imposible, me niego a creer, que no se sepa que un mundo mejor es amar a los demás, empezando como sea.
Imagen de la web: 'Gazeta do Povo'