sábado, 31 de diciembre de 2011

ALTO INTERÉS EN LA COLA DE LA CAJA DE AHORROS

Puede decirse que Mariquilla no estaba muy por la labor de dar consejos aquella mañana; era final de mes. El final de mes es como un limbo en el que la conciencia "viaja en el tiempo" a lugares maravillosos llamados comúnmente "del uno al cinco".
Normalmente Mariquilla tiraba de la suegra los fines de mes, iba al mercado a por su kilo de peras de agua, el pan de telera o lo que ella le pidiera. Le ponía su buen puchero con "to lo'avío" y ya de paso comían los niños, el marido y ella. Pero este mes nada; el último domingo de reunión familiar había habido follón en el chalecito de la cuñada. Nada grave en principio, una porfía como otra cualquiera, pero la suegra había sacado la pechera para defender a su niña y ahora andaba la cosa tirante...
Total, que estaba ya en la cola de la caja de ahorros para pedir un anticipo a ver si la santa benevolencia le daba el sí quiero...

Todo esto me lo contó Mariquilla después, cuando salimos las dos al día soleado, yo con cincuenta euros menos y ella con un "la madre que los parió" en el monedero. Ya me conocía yo al "malage" del cajero, un tío con ojeras violeta, cara de perro despertado a pedradas y polito de "lacoste".
Al principio no había visto a Mariquilla; llegué con un sofocón por las prisas y con un creciente dolor de lumbago, así que me senté en la primera silla que vi, al lado de una vieja gitana de mil colores con unos zarcillos de corales que quitaban las penitas del "sentío".
"Po ezo descanzá y zu poquito de caló zeco...", me dijo ella en respuesta a mi información gratuita: "Me voy a sentá que vengo fatá del lumbago...".
-Ya...-respondí- pero fíjese usté que con la hora que é y todavía no tengo ni planteao el almuerzo...

Una señora con aspecto de gallina clueca arribó a puerto echando el ancla al final de la cola.
La cola da para mucho, así que en un "arriquitaun" tuvo la deferencia de darme su consejo para remediar el dolor de lumbago: pañitos calentitos de la plancha... Eso, según ella era un remedio fenomenal. "Yo tengo mi bolsita de agua caliente..."- le respondí, a lo que la gitana mayor-de-los-corales apostilló: "¿una mantita elétrica no tiene muchacha?"
-Ojú, es que eso vale mu caro...-me quejé- Yo me quedo con la bolsita, mejor... en cuanto llegue me la pongo-dije, porque ya empezaba a temer que me pidieran el teléfono para llamar al día siguiente a ver cómo seguía...

Llegados a este punto ya tenía a tres doctores por delante y a dos sufridores nuevos por detrás de la señora clueca, pendientes, interesadísimos en no perder detalle de la conversación sobre mi lumbago.

Y allí al final, al final de la cola o al principio, según se mire, vegetaba Mariquilla justo detrás de una boina con un señor debajo. Tal estaba siendo el revuelo y el rosario de consejos sobre mi lumbago, que hasta aquellos lares llegó el tangai y ella, volviéndose hacia atrás y enmarcando un consejo entre sus labios pintados de rojo-mercadona, sentenció sin saber en principio a quién beneficiaba su sabiduría de descansillo:
-Ezo, ezo mejó darze con un zecadó der pelo...