viernes, 29 de octubre de 2021

 Hay un creador de mariposas, que engorda las bellas alas con su aliento y después, gris en las cínicas sombras de su gula, las devora y las olvida.

Pero las mariposas, que viven tan poco, frágiles y blandas, encuentran siempre una grieta en un espejo y cristalizan en nuevos amaneceres, en inmensos cielos con estrellas.

miércoles, 20 de octubre de 2021

sábado, 16 de octubre de 2021

PREMONICIÓN

Una noche, en las primeras estadías de un enamoramiento, soñé con mi amado incondicional portando sobre su cabeza una caja en forma de cubo cerrado. Aquella caja inquietante encerraba y ocultaba su regia y vetusta cabeza; no dejaba ver sus rizos romanos, ni sus ojos verdes picantes, ni su sonrisa de niño grande. Para que respirase, aquel objeto horrible se había servido de pequeños agujeritos en su cuerpo de madera y así mi amor no se ahogaba y podía mantenerse en pie. Sólo la penitenciaria caja y yo sabíamos en dónde nos encontrábamos: una sala pequeña, de paredes verdes setenteras, viejas, alumbrada por los desoladores haces de luz blanca de unos tubos fluorescentes que colgaban de un techo alto, infinito.

Viéndolo a mi amor de tal guisa y bajo semejante encantamiento, lo llamaba, inquieta y triste. "¿No me oyes?, soy yo, Charo, tu amor. Tu amor, que dices que adoras..."

Pero él, feliz dentro de su cubo, parecía vivir otra vida, metido en otra conciencia y, ni aquel recién nacido, que, de repente apareció entre mis brazos, logró que abriese los párpados de su tez de madera con pequeños agujeros para respirar y su figura se fue alejando de mi presencia, inaugurando así un nuevo círculo en el Infierno.

Este fue un sueño real y premonitorio. Aquel amor recién estrenado, pasional, profundo, embriagador, fue parasitado por un cubo indolente y cerrado y mi amor, junto aquel hijo nuestro que también fue real, se instalaron para siempre en el más oscuro, desolador, intrincado e inaccesible de los Infiernos de mi corazón.

A veces, intuyo, sueño o percibo cosas que sucederán más tarde. Pero sólo cuando algún remolino de sustancia se desprende de la sierpe del tiempo y gira un poco y yo lo veo al tomar una esquina y se sienta en un sueño mío o en un cuento. Así, cree que me avisa, como un favor de amigo, pero nunca me hizo feliz sentir tanto y anhelo la indolencia como anhelo  mi niñez.