lunes, 16 de octubre de 2017

Conozco tu fuerza, tu caracter...y sé que tienes que hacer esfuerzos sobrehumanos por controlar eso que llevas dentro, sé que necesitas contenerte para encontrar algo de paz.
En realidad, sé que dependes de esa tensión que te mantiene alerta a cada momento. La buscas bajo cualquier modo, en cualquier estado. Ahí no hay paz...aunque sí una especie de beneplático morboso que agranda la fosa que nunca se llena.
¿Sabes? Podría matarte en uno de esos orgasmos y sé que ni la muerte te habría colmado.
Eso que tienes, no es fácil de controlar.
Me di cuenta al observarte por primera vez. Tus ademanes, tu mirada sesgada, las curvas guiadas por tu sinuosa mente.
Sé que desearías abrirme en canal, arrancarme el corazón y besármelo directamente..pero tampoco así te sentirías colmada.

Al igual que a mí, nunca nada te ha saciado...

Es por eso que ambos somos tan buenos en la cama, el lugar en el que se dan cita la vida y la muerte. Por eso somos adictos el uno al otro. Por eso nos deseamos tanto, pues no es solo sexo; es la puerta que da lugar a las tinieblas la que se abre cuando mi cuerpo entra en ti.
Nos convertimos en algo básico que busca engendrar un conocimiento único que nos permita trascender ese vacío eternamente desprovisto.
Ese abismo es algo que reconocemos el uno en el otro, sin palabras, sin mapas y es aquí donde cabe pensar en algo que trasciende a la propia vida tal cual la conocemos.
Y finalmente, buscamos la sensación de nuestros cuerpos pegados en la oscuridad, abrazados, así como están pegados los sueños a la noche, volviéndonos inconscientes de la realidad que hay afuera.

Sssssshhhhhh.