martes, 24 de agosto de 2010

ALGO QUE ME SUPERA.

Completamente inadmisible, denigrante, burdo, soez, y permítanme la expresión: asqueroso.

Esta mañana escuché a un perfecto lumbreras sentenciar "-¡Qué buena está!", al paso de una pobre chica.
Ella continuó aligerando el paso, mientras yo le escupí algunas palabras muy "respetuosas" también, para que me entendiera, vaya.
"-¿Qué he dicho malo?", me pregunta el "caballero".
No se da cuenta de que no es esa la pregunta... La pregunta sería: "¿Qué he pensado malo?"

¿Qué es una mujer?, o mejor dicho ¿quién es cada mujer? Pensemos. ¿A qué lugar "pretendemos" llegar?
Una mujer es un ser maravilloso, con todos sus defectos y virtudes.
Podríamos enumerarlos. Ambos. Pero no serían muy diferentes de los que tienen los hombres. Vamos a dejarlo aquí, al menos en cuanto a defectos y virtudes se refiere. Esto daría para muchas palabras, francamente.

Retrocedamos entonces cientos de años, miles...
¿Hablamos de sometimiento, de injusticias, de voces calladas?
¿Hablamos de violaciones, asesinatos, claustro, cinturones de castidad?
¿Nos detenemos con mimo a admirar bordados, o prefieren extasiarse con un fabuloso escaparate de corsés y vestidos imposibles?

Aunque les recomiendo encarecidamente que se centren en las religiones; "religión y mujer" es como decir... "pared con cuadro", ¿no creen?.
¡Ya sé!, ahora, los más devotos podrán arrugar sus narices y decir... ¡Cristo defendió a la mujer!, ¡la mujer es parte activa de la iglesia!.

Me da lo mismo que sea musulmán, cristiano o budista. A mí me interesa sólo el respeto, la solidaridad, la ética. A quien más daño han hecho las religiones durante cientos de años es a la mujer. Enfréntense al hecho, por favor. Háganlo. Sean sinceros con ustedes mismos.

¿No creen que las mujeres han sido siempre blanco de incontables injusticias y crueldades?
Creo que la mayor de ellas, por ser la más "básica" y de la que con total probabilidad hayan nacido frondosas ramas en las que "colgar" estos terribles adornos, sea la de la ignorancia.

Y es que, efectivamente, relegar a la ignorancia a un ser tan exquisito por naturaleza, es una de las mayores injusticias que pueden existir.
El "lavado de cerebro". Una vuelta más de tuerca.

¿Qué debe pensar un hombre actual sobre la mujer?, o ¿qué se espera que piense? ¿qué piensa un hombre que lee esto? Me interesan muchísimo sus pensamientos.

¿Cree que es un ser liberado, que trabaja en un mercado laboral que las acoge perfectamente?
¿Cree que se trata de un igual, de la compañía perfecta en este mundo de locos?
¿Le interesan sus ideas, pensamientos, inquietudes...?
¿O quizás no puede llegar a tal nivel porque antes le distrae la contemplación de las curvas de su cuerpo?

¡La belleza de la mujer!
La inherente belleza capaz de desatar tempestades, y hacer correr la sangre. La belleza, tan adornada, venerada, perseguida y adorada.

Un "santo grial" que guardarán nuestras hijas. Una virtud peligrosa.
Lo es, y lo es por cuanto la publicidad la utiliza ferozmente para seguir sometiendo a la mujer. Nuestras adolescentes y jóvenes tienen la cabeza llena de pajaritos.
"Con estar buena, ya vale".

Y así, de esta manera tan estúpida, en el siglo veintiuno seguimos siendo cómplices del sinsentido y la estupidez que nos precedió durante siglos.
¿Realmente la mujer es libre?
En absoluto.
Continuan siendo esclavas. Y esto es fácilmente visible.
En inumerables ocasiones la mujer es llamada y amada como un juguete sexual.

Tanto mujeres como hombres deben tomar conciencia de este peligroso discurrir y proceder. El respeto es la gran plataforma sobre la que se debe construir una sociedad más justa y equilibrada.

La belleza y la mujer son algo que va unido. Esto es necesario, así lo creo. Pero no debe ser patrimonio exclusivo femenino.

El respeto y la igualdad son las dos caras de una misma moneda. Estamos obligados a convivir, en todos los aspectos de la vida, en todos los años que la disfrutemos.

BASTA DE TRATAR A UNA MUJER SIN EL RESPETO QUE SE MERECE.

martes, 17 de agosto de 2010

MANUELA


"Todo es necesario", me decía...
Suspiraba al llegar a casa dejando su bastón en el paragüero...
Entonces venía el "tesito".
Pasaba por la cocina agarrándose a los muebles, y le daba al hervidor de agua instrucciones de no tardar más del tiempo preciso para quitarse la ropa de calle y ponerse la batita.
Yo le seguía despacio, pisando las mismas plaquetas del suelo que ella pisaba.
Siempre temí..., todos los días, que aquella silla de tijera a los pies de su cama se desmontara en aquel instante en el que se desplomaba sobre ella con gesto cansado.
Le mimaba como a una niña caprichosa, le contaba cosas bonitas y cosas triviales... y cosas...
Y ella me decía "-Miravé el agua".
Durante casi media hora le entretenía a diario en la cocina, mirando de reojo aquel reloj de propaganda de colonia barata.
Espaciando cada sorbo de té y observando su rutinario proceder con la bolsita una vez usada, que con gran presteza enroscaba a la cucharilla exprimiéndole hasta la última gotita de orgullo.
Durante espaciosas lagunas de tiempo sólo se oía el ti-tic nervioso del reloj.
A mí se me acababan los argumentos mientras ella se secaba el hilito de leche teñida en la comisura de los labios.
Intentaba proseguir la charla, trivial, vacía y enredada a propósito.
Pero no colaba. Justo a la media hora daba unas palmaditas sobre la mesa de la cocina con su brazo derecho tullido, aquel que quedó destrozado por una caída cuando era niña.
Poco importaba que no tuviera la articulación del codo, Manuela se servía de él como si tal cosa.

En realidad lo tenía así por culpa de un gesto de amor.

Cuando sucedió la caída contaba con seis añitos. Pese a ser tan niña Manuela procuró algún tiempo sin decir nada, agüantando el dolor, para no preocupar a su madre. Una mamá como las de antes, eternamente embarazada...

Había heredado de ella su desparpajo, aunque el gusto por mandar le sería dado en exclusiva. Tenía ochenta y tres años entonces, y cada vez que decía su edad entraba en una duda que tomaba su forma verbal exactamente cuando pronunciaba la conjunción. En aquel momento siempre se detenía, como dando un saltito con la "y" en los labios, y alargaba su sonido durante unos segundos. Aunque lo realmente clarificador llegaba si anteponía la palabra "cincuenta" a la de "ochenta".

-¡Manuela, que se acaba de quitar usted treinta años de un soplío!- le decía. Entonces movía la cabeza a un lado y a otro, y se defendía con un simple "-¡Sá!"

Durante casi todos aquellos ochenta años le había tocado lidiar toros difíciles. Con sólo nueve años limpiaba los fogones subida en una silla, con su brazo tullido. Preparaba comidas, limpiaba la casa y cuidaba de siete hermanos más pequeños y de su padre...

Las últimas palabras de su madre antes de desangrarse en su cama fueron puros insultos hacia el médico que le había asistido en el parto. Manuela decía que le había sacado a la vez la placenta y las tripas, eso me decía siempre. Treinta y ocho años y muerta en el octavo parto.

Una nueva ilustración para empatizar con la vida esclava de nuestras bisabuelas y abuelas... Aquel acervo machista que sombrea nuestras vidas aún hoy, y que amenaza con perpetuarse en las nuevas generaciones como una mala hierba.
Aquella Remedios bendita, cuya vida transcurrió de las manos de un hombre a las de otro.
"Pasada", del padre al marido con verdadero orgullo, constantemente considerada como sumisa ama de cría.

¡Hermosa mujer de facciones delicadas y grandes ojos! con aquella sonrisa que tanto me recordaba a la enigmática Gioconda.
Muerta con treinta y ocho años, a la misma edad que muchas ahora apenas acaban de ser madres por primera vez... Como muchas ahora que ni siquiera se lo plantean...
¡Cuánto daño ha hecho la religión desde siempre, cuánto la absurda sumisión impuesta!

Lo único que quedaba de ella era aquella antigüa fotografía, junto al retrato de aquel marido con cara de pasmo casi ahogado por el cuello de la camisa y el nudo de la corbata. Aquella fotografía que se salvó de aquel desbordamiento del río... Eso, y el recuerdo en el corazón de Manuela. Me aseguraba que ya tenía ganas de volver a ver a su madre, que la echaba de menos con todas las fuerzas. Nunca se deja de echar de menos a un ser querido.

Me hizo llorar esta Manuela, su rudeza no dejaba resquicio alguno para que entrara mi cariño. Era enérgica y severa.

Recuerdo aquellas letrillas que le arrancaba, cuando en alguna ocasión se sentía animosa de canturrear conmigo "Carmen de España" o "La niña de Puerta Oscura".
Le gustaban los chistes verdes... y las palabras ligeritas, y le daba siempre la razón al marido con un "-¡Cómo lo sabe!" que no admitía más réplica.
En lo más profundo quería sobrevivirle, era un pulso a muerte nunca mejor dicho entre los dos. El cliché se había repetido, aunque con algunos matices. Menos hijos, pero igual sumisión. Aún me persigue la duda terrible. No sé si aquel marido la había respetado... Supongo que todo lo vivido le dió derecho a desarrollar aquella rudeza.

En el fondo Manuela fue una víctima. Sí, lo fue. Lo fué porque ya murió. Murieron su bracito tullido, su pecho cortado, sus letrillas verderonas, su rutinario "tesito" y su caminar chiquitito.

No hace mucho me dijeron que el marido va como alma en pena...




domingo, 15 de agosto de 2010

COMO LA LLUVIA


El amor es esencia. Éxtasis.
Algo irracional que no obecede a leyes ni a límite alguno.
No necesita cuerpos ni abrazos, ni besos, ni promesas ni tiempo.
Amo las estrellas al igual que te amo a tí, porque el dolor va de puntillas
saltando las piedras hacia otra orilla.

Las estrellas inalcanzables que brillan en su negro escenario.
Amo el agua y el fuego y la brisa y el pan, igual que te amo a tí.
Y aunque no existieras te amaría, porque no se puede pelear con la lluvia,
sería ridículo pelear a la lluvia...

El amor es el puente que aún me une con los seres que ya no viven,
a los que amé y a los que ni siquiera llegué a conocer
a los que me odiaron y despreciaron alguna vez
con los que comparto irremediablemente la sangre de mis venas.

Y aunque lo estuviera no estoy sola, porque siento el amor como un regalo.
No se trata de pertenecer ni poseer. Pertenecemos a todo lo que nos rodea,
y todo lo poseemos. Somos parte de todos, porque todos somos lo mismo.

Es fácil entenderlo cuando se abre el corazón y se cierran los ojos ciegos.

Nuestros cuerpos sólo son el vehículo para expresar lo que sentimos,
y la caricia es sólo el gesto que resulta de nuestra pobre capacidad y limitación.

El amor es el motivo, y es la esencia, y el desarraigo y el dolor y la luz
y el motivo por el cual aún vivimos, la razón por la que nuestras células aún respiran
Es el equilibrio, la química, la física... las tormentas, los amaneceres, las manos de los ancianos
el prematuro que gana peso, el que llora y el que ríe...

Todos somos lo mismo, el amor es lo que somos.
Tan sólo si queremos serlo.
Yo no puedo evitar sentirlo.

Mi niño

Mecido por tantas horas de madrugada
soñado en tantos suspiros que no comprendo
temido como arrojarse de un tren en marcha...

Llevada por el levante bajo mi falda
de aquel vestido que me inventaste verde esmeralda
y entre mi pelo y entre mis dedos y entre mi alma...

Tú que no sabes, tú que no encuentras, tú que te extrañas
¿Cómo te hablo de que el amor no entiende nada?
Si es que te temo, si es que te extraño y te llevo y me duelo
¡...si besaría tus manos amantes como joyas milenarias!

Y no te entiendo ni yo me entiendo ni me comprende esta madrugada
que parece llevarme hacia aquellas estrellas tan lejanas
donde aquellos abrazos encuentran cálidas mañanas

Aún no comprendes, mi niño...
que eres esa luz que embellece mi alma,
y que no puedes y que no puedo aunque yo quiera
...apagarla.

viernes, 13 de agosto de 2010

ROSARILLO



Veredas de manzanilla
adorna la Rosarillo
que mira con ojitos pardos
que cubren rizos chiquitos


Chillando que ella es gitana
riñéndole a los chiquillos
con hermosos brazos en jarras
sobre su talle fino


La reina destronada
en los andares lleva
tres resquemores rojos
en su estampa morena


Dos en las rodillas
de ladrona de manzanas
y sólo uno bajo la blusa
allí dónde respira el alma

Va diciendo que algunas noches
vestidos de madrugada
ve amores como fantasmas
que asoman por su ventana

-¡Sin "chistá"!, dice a los chiquillos
jalándoles de las mangas
-¡Ojú que no se entere "mare",
"mirá" que yo soy gitana!

miércoles, 11 de agosto de 2010

CUADERNO DE BITÁCORA


Universos vacuos
mariposas que vuelan en círculos

Acólitos de la desesperanza
miradas monócromas

Espirales de agua que engulle el desagüe
Pretextos de basura helicoidal

Ombligos que desbordan al ego
Conformes reflejos de espejos muertos
Vertederos de ignorancia

Seres yermos

Mirad que se os escapa la esencia
mirad que se os escapa la vida
mirad que se os escapa el verde
el rojo
el azul
el blanco

El corazón

Guillotinas de sentimientos
que arrancan con caricias el perfume de las flores
y que luego les escupen la hiel de sus entrañas

¿Para qué la vida?
¿Para qué la ternura?
¿Para qué sentir?
¿Para qué verdad?

Títeres del odio
Universos vacuos

¿Qué sabrá el topo ciego sobre las gaviotas?

...si la espuma de mar baña sus alas
y el rugir de las olas mece sus sueños.