Algunos de mis compañeros del Colectivo Letras Libres recordarán quizás algún detalle sobre este texto. Hace ya, curiosamente, bastantes meses que lo leí ante un grupo reducido de ellos.
Aún no había nacido nuestro cuadernillo "AMORES" y esta historia optó en aquellos días a la categoría de texto oficial de nuestra obra conjunta. Causó diversas reacciones; unas favorables y otras algo menos que afirmaban que es ésta una historia demasiado trivial.
Siempre respetando las opiniones, he querido desempolvar esta historia y dejarla prendida en la cornisa.
Para leer el cuadernillo de AMORES del Colectivo pinchad en nuestro blog LETRAS LIBRES.
AMORES EN SOBRE
Sucedió por la mañana.
Asomando por encima del periódico y distrayendo escandalosamente mi atención de la sección deportiva, encontré frente a mí la hermosa cabeza de Lucía.
El platito dispuesto con dos croissants y tres magdalenas integrales no tenían ni una sola migaja de menos. Su zumo de pomelo rosa y el vaso con leche de soja estaban intactos.
Algo ocurría.
Lucía me miraba con aquellos ojos negros y a mí me parecía que daban calambre. El entrecejo fruncido amontonaba sus pecas en una expresión graciosa... Pero no.
A ella no parecía que le hiciera gracia nada.
Yo puse cara de cordero, que sé que funciona bien con las mujeres.
No hizo efecto, su semblante seguía congelado en una mueca de desagrado. La cosa era seria.
Agradecí que mi café solo ya reconfortara mi estómago, y estiré el brazo para coger una magdalena que acompañara mi incipiente inquietud.
-¡Joder! ¿qué pasa?-exploté.
Lucía sacó del bolsillo de su jersey dos trozos de... ¿plástico?...¿papel?. Los puso delante de mi cara sosteniendo uno en cada mano.
Cambió el ceño fruncido por un gesto inquisitivo al preguntar.
-¿Qué te parece que es esto, cariñito?
Yo me levanté de la silla deseando que esto fuera suficiente para teletransportarme a otro planeta. Lucía había pronunciado cada palabra lentamente, como quien dicta una sentencia de muerte.
Tragué saliva..., mientras una descarga de adrenalina traidora me impedía pensar en una respuesta coherente y esculpatoria.
Sin darme cuenta puse mis manos en posición futbolista antes de un penalti. ¡Lo que es el instinto de supervivencia!
¿Temía por mi integridad? ¡No, por favor! Ante todo, ¡calma, calma!
-¡Coño, el envoltorio del "chubasquero"!. Lo habré dejado por ahí tirado...¡ Es que cuando voy
"lanzao"!-volví a tragar saliva.
-¡Que no!... yo digo "esto"-cortó mientras meneaba uno de los pedacitos delante de
mis narices.
Hice un intento desesperado.
-Un trozo de un sobrecito de... ¿café soluble? ¡Claro!, ¿quién será el despistado?-pregunté.
-¡La madre que te parió! Este "resto" de envoltorio estaba bajo tu cama... ¡y fíjate cariñín!-Lucía rechinó los dientes sin parar de mover el trocito de sobre que me condenaba.
Tras la ventana, un perro ladraba nervioso, y podía oírse el espeso manto que cubría el asfalto cada mañana. Tenía que salir. Pero Lucía continuó.
-El mismo "modus operandi", rasgado de la misma forma, y tirado por ahí... bajo tu cama. Lo encontré casualmente, buscando un pendiente -suspiró, cerrando los ojos- ¿A quién te estás beneficiando? ¿No tienes bastante conmigo, cariñín?
No sabía qué decir. ¿Cómo convencerla de que aquel envoltorio de preservativo no era mío? Tenía que hacer que entrara en razón, ¿cómo podía pensar eso de mí? Y aquel tono irónico... tan demoledor, tan terrible, parecía asomarme a la fuerza al borde de un acantilado. Sin remedio para evitar caer. ¡Con lo buena que estaba!, no podía permitirme el lujo de que dejara de visitar mi cama.
Al fin, un rayo de luz y esperanza iluminó mi existencia entera.
-¡Lucía! ¡Ya me acuerdo!-solté al fin triunfante- Mi hermano Nacho pasó aquí el fin de semana. ¡Claro, montaría su fiestecita el tío!-bajé el tono y deslicé mi mano sobre uno de sus hombros- ¿Ves?, si tú ya me tienes loco ¿para qué quiero otra? Acabaría conmigo, ¡seguro!
Reí.
Lucía mantenía la vista baja. "Procesando datos. Venga, venga"
Al fin su cara pecosa se mostró relajada y feliz.
-¡Es verdad! ¿en qué cabeza cabe? ¡qué tonta estoy!
-¡Bah!, no pasa nada. Pero me diste un buen susto, joder.
De lo que pasó a continuación mejor omito detalles y gemidos. Aunque diré que, a pesar de tener el cuerpo sudoroso y mis ojos clavados en la boca entreabierta de Lucía, mi mente acertó a concluir:
"¡La próxima vez, mira debajo de la cama tío!"