martes, 15 de diciembre de 2015

LA DIARREA CON REMOLACHA TIRA A LA BASURA A MERCEDITAS.


Semejante a verse envuelto en una levantera es el hecho de escuchar sin querer la conversación telefónica de una señora en el autobús.
Por narices, porque la tienes detrás. Y sin querer, te ves siguiendo el por qué de la diarrea de una tal Merceditas y el motivo por el cual con su detergente salen las manchas de remolacha de la ropa.
Y el "no" que le sigue a un "sí" encapsula tu vida, mientras no respiras porque sabes que va a seguir hablando.
Tras el cristal, corren la bahía, las salinas, los postes de la carretera y tú no corres.
Va a sacar la basura en cuanto llegue y además, comprará un paquete de patatas y lo subirá a un domicilio del que nunca más tendrás constancia.
No lleva los zapatos que alguien se va a poner para sentarse en la Nochebuena a la mesa y no lleva además ningún zapato porque los otros están en la horma.
Merceditas tiene diarrea.
Y la remolacha sale con un detergente que sólo la señora que te grita al oído sabe.
Unos zapatos reposan tranquilos en una caja en algún lugar esperando la cena de Nochebuena, mientras corre la bahía.
Corren los postes y las salinas y la señora dice "ya estoy llegando" y cuelga.
Y la cápsula se abre y eres un pedo cósmico que se disuelve aturdido por el choque brutal con el repentino silencio.
Y tu vida, durante un microsegundo, deja de tener sentido.
Hostias.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

Despierta, querida.
La lluvia cesó.
Sobre los cristales de nuestra ventana el viento secó sus gotas.
Qué bella estás, amor.
Escucha:
suena fuera la música.
La traje toda para vos.
Y una capa de terciopelo
para tu cuerpo desnudo.
Pon sobre tu rostro la máscara precisa y dame la mano.
Hermosa mía,
Venecia nos espera.