Así, la femineidad maravillosa, punzante, viva, delirante, gozosa, se iría a dormir a los dormitorios. Todo sería uniformado, cómodo, plano, monocromático, adecuado.
Necesariamente vergonzoso, libremente vergonzoso si la femineidad se mantuviese oculta.
Los pezones como gomas de borrar, como galletas de chocolate, como gominolas dulces serían celosamente guardados para las salas de lactancia.
La negación del cuerpo daría la razón a los sujetadores con convenientes aros y rellenos de espuma.
Que se vayan a la mierda los artificios.
Pechos de mujer. Juan José Salcedo Valderrama
3 comentarios:
Oye, me gusta mucho, qué bien descrito. Gran hallazgo lo de las gominolas dulces.
Digo yo que la naturaleza encorsetada y encopetada tendría que liberarse, y no lo digo con obscenidad, sino que anular el cuerpo es anular la vida. De igual modo tus aparentemente duras palabras es como si intentaran encerrar al verdadero mensaje, pero éste se escapa, se libera finalmente...
Y se hizo la ironía con sus dos punzones de carne...
El preciosismo de las curvas, no negadas, mostradas, temblorosas al paso, mecidas por el andar en urbe. Los pechos sin atender a tediosos reclamos de formas, determinantes, únicos, propios, compartidos...
Y la sociedad queriéndolo esconder, relegándolo todo a un machismo acrílico, inventado. Un machismo que evidencia claramente la vergüenza que provoca la sexualidad. Es como si se dijera: sé que tienes frio... pero no quiero verlo...
Doy las gracias a Juan José Salcedo, el autor de este cuadro, por su generosidad además de por la exquisita sensibilidad de su pintura. Por su saludo amable y su comentario.
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