domingo, 10 de abril de 2022

50 AÑOS DE VIDA

 "Se distrae con una mosca que pasa volando". 

Esta es la frase que mis maestras repetían a mis padres para ilustrar mi falta de atención en el colegio y mis notas justas. Pero tal cosa no era del todo cierta: para mí, las nubes que veía a través de las ventanas de la clase, un haz de luz sobre la mesa de madera, la caída de la cinta sobre el pelo de una compañera..., todo aquello era mi lección y a ello atendía, absorta.

Desde niña, la contemplación y la espiritualidad, la observación de lo nimio, de los grandes acontecimientos de lo cotidiano, han definido mi esencia. Pero jamás he podido desarrollar mi espiritualidad; yo misma la ahogaba, una y otra vez, por diversas causas. La vida me llevó y trajo y yo la seguí. Nunca pude ver siquiera, vislumbrar, algún elemento sobre el que construir aquello que yo era.

Estoy a punto de cumplir el medio siglo de vida. Es un momento mágico, crucial, importante: la madurez, gestada en la experiencia, adintela una visión diferente del mundo y de las cosas, pero, más importante, un conocimiento más profundo de lo que compone mi centro se da en estas coordenadas del camino. La soledad, mucho mejor maestra que cualquier "algo" que se precie de sabio, hace emerger el contenido de lo más profundo del alma; lo lleva a la superficie, como el mar de fondo. De esta forma es como, cumpliendo el medio siglo, he conseguido disponer de los elementos suficientes para desarrollar la espiritualidad que siempre tuve en mi interior. Libre de ruidos y distracciones, focalizando toda mi atención en ella.

Sé que la enfermedad, el cáncer, fue el maravilloso punto de inflexión que mi alma necesitaba.

Doy gracias por ello.



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