
...miró sus piernas. Apagó la luz y cerró los ojos.
Las serpientes aún estaban.
Desechó el impulso de poner las manos sobre ellas, ya conocía el efecto posterior. Escocería más; la fría piel de sus manos quedaría pegada unos instantes sobre las serpientes... y éstas no querrían soltarlas. Le morderían. Agarrarían su piel con fuerza, tendría que tirar fuerte y el latido de dolor le traspasaría las entrañas, le obligaría a encogerse aún más en su cama.
Resistió entonces.
Asió deseperadamente las sábanas, y apretó su cuerpo mientras unas pocas lágrimas se perdían sobre las ardientes mejillas, sobre los temblorosos labios... filtrándose entre los pequeños dientes.
La luna habría salido ya.
A veces le recordaba a una gran torta de aceite, como la que mamá le daba para merendar, cuando su blancura se teñía.
Hoy no podía mirar su luna.
Carlos dormía en la cuna, su respiración acompasada le llegaba como un rumor de olas serenas...
Aunque la única certeza eran sus propios sollozos.
Tal vez la luna ya estuviera bien alta en el cielo.
Cuando papá entró en su habitación, y se sentó en la cama junto a él, Alberto no se movió.
Tan sólo creyó ver por un momento en la oscuridad, el destello fugaz de una hebilla dorada...
11 comentarios:
Bonito relato, Se respira mucha paz en tu blog, fue un gratoplacer visitarte Un beso grande.
Comparto comentario, bonito relato ¿recuerdos de infancia?.
José María
Nanas con serpientes...Ay! mi ñiño, nana...!qué miedo he pasado!. Fita
magnífica narración, tangai... misterioso relato, cosa que lo hace más interesante...
yo también pasé miedo... lo vi por un lado como una pesadilla del chico... o bien como una experiencia traumática... ¿relacionada con su padre?... serpientes, hebillas... correas?
Los temores de la infancia te pueden marcar para toda la vida. Este relato dice mucho más de lo que las palabras expresan.
A mí lo que me ha dado más miedo de todo es esa hebilla brillante, y es que todo temor viene precedido por una causa.
Ya me dirás tú si voy bien encaminado o no.
Sea como sea, es un relato magnífico e inquietante.
Besos.
Pues mira, a mí me suena a un caso de pederastia. Además, el relato con ese trascedentalismo y subjetividad tan marcados es una pista que todos aquellos que han sufrido grandes traumas y quieren disfrazar la realidad, muestran.
Esta historia está sazonada con un poco de terror y, otro poco de misterio. Creo que tod@s, hemos tenido cerca alguna hebilla brillante, y por culpa de ella somos menos felices en el presente.
Un relato muy psicológico, que ha buen seguro, puede y debe, servir de catarsis.
David, estudia sicología porque vales. Efectivamente: el relato, con su metáfora misteriosa, narra los temores de un niño. Pedro... vas perfecto. VCC,encantada de que te pases por mi blog; honrada. Gracias a los seis por vuestros comentarios. Vuestro apoyo para mí es impagable.
Antonio, gracias. Hebillas, latigazos, palizas, abusos; una puerta que debe cerrarse a todos los niños del mundo...
Este relato está lleno de miesterio y de segundas interpretaciones, casi mejor que se hubiese quedado sin explicación. Me ha gustado mucho, chari, enhorabuena.
Bonito lugar para pasear mientras se degusta un cafetito, un grato descubrimiento, si señor, pasaré a menudo. Un abrazo compañera.
www.utopiaroja.blogspot.com
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