martes, 2 de noviembre de 2010

COTOCLÓ-COTOCLÓ...

Para situar a los que no conocen Cádiz, o no recuerden muchos detalles, les diré que la llamada Cuesta de las Calesas es una vía que comienza paralela al barrio de Santa María, cerquita de las emblemáticas Puertas de Tierra, y nos da la mano hasta la iglesia de Santo Domingo dejándonos frente a frente con los muros de la antigua Fábrica de Tabacos.
Este paseo de esta manera recorrido, es cuesta abajo.
Sus aceras no son muy anchas, con la "particular" característica de presentar bastantes irregularidades. Con lo cual caminar puede resultar difícil sobre todo si se va con tacones.

No sé cuántos de vosotros habeis probado realizar este singular deporte de riesgo, pero os aseguro que para aprovechar realmente sus "beneficios" debeis hacer el recorrido a contrareloj.

Fue esto lo que me sucedió el jueves pasado sobre las siete y media.

Llegaba tarde... pero esto no es ninguna novedad; yo siempre llego tarde. No es que me estuviesen esperando expresamente, pero tenía especial interés en llegar a tiempo a la presentación de un libro.

Bajé del autobús en la parada de los juzgados, frente al restaurante "Río Saja", y pelo al viento y entaconada crucé la carretera para dirigir mis sonoros pasos hacia la "Cuesta de las Calesas".

Al principio no reparé en el "titi".
Lo hice cuando comenzó a silvar una cancioncilla estridente y monótona que no lograba, por otra parte, reconocer por mucho que me esforzara.
El "titi" vestía una camiseta amarilla que no dejaba en todo su perímetro opción a lucir arruga alguna. Sobre la oronda barriga lucía una especie de escapulario o vete a saber qué, que junto al pelo largo y engomado le daba un aspecto despreocupado y feliz.
Debió de sentirse bastante relajado al situarse tras de mí, acompañando su soniquete con el "cotocló" de mis zapatos.
Al principio pensé que sólo serían unos metros, y que se perdería por alguna bocacalle hacía el barrio, pero no.
Pensé también que cesaría el conciertillo de un momento a otro.
Tampoco.
El "titi" estaba super a gusto mirándome el trasero amenizando el paseo con su silbidito constante.
Porque sí, fue constante. Tan constante que yo creo que ni respiraba.

Yo tenía bastante con procurar no caerme rodando por todo el acerado, porque los tacones habían metido la quinta y los había comprado sin frenos...
Era pura inercia, me limitaba a seguir a mis zapatos que me "teletransportaban" literalmente hacia la fachada de ladrillos de la antigua fábrica.
¿Qué yo iba deprisa?... ¡Pues el "titi" no me perdía de vista!
Había gente que miraba, primero a mí y después al aspirante a tuno. Y yo no sabía dónde meterme...

Mi ánimo pasó por varios estadios; primero me hizo gracia. "Esto es Cádi", pensé.
Después sentí angustia... "¿Pero cuándo se va a perder el tío este?"
Y a la altura de la iglesia de Santo Domingo, consciente ya de que no me lo quitaba de encima, tuve que reprimir las ganas de soltar una carcajada.
"No puede ser, no puede ser. ¡Esto no es normal!", me dije.
Intentando que la gente que venía de frente no pensara que iba riéndome sola por la calle, volví la cabeza para mirarle.
¡Allí seguía sí señor!, el mismo escapulario y la misma camiseta...

No sé si fue paranoia mía o qué... Pero seguí oyendo la cancioncita yendo ya por la calle San Francisco...
Llegué a la presentación del libro a las ocho menos diez.
¡Menos mal que al del escapulario le tiraba más la música...!
¡Menos mal...!

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, además de música, el "titi" tuvo una sesión de cine erótico-festivo.
Eso es aprovechar bien el tiempo...

Cuenticiente dijo...

¿Cine? Nooooo. Vivo y directo. Así, sin anestesia ni ná.

genialsiempre dijo...

Si es que la guapura se nota y los titis no son tontos.

Cuenticiente dijo...

¡Elee ese piropillo!

Carmen dijo...

jajaja, qué cosas te pasan chiquilla. Ahora me he enterado de lo que estabas comentando cuando íbamos pal coche.
Un besito-

Cuenticiente dijo...

Otro besote pa tí, guapa.