sábado, 30 de enero de 2010

"¡Ea la nana...!"


...miró sus piernas. Apagó la luz y cerró los ojos.

Las serpientes aún estaban.

Desechó el impulso de poner las manos sobre ellas, ya conocía el efecto posterior. Escocería más; la fría piel de sus manos quedaría pegada unos instantes sobre las serpientes... y éstas no querrían soltarlas. Le morderían. Agarrarían su piel con fuerza, tendría que tirar fuerte y el latido de dolor le traspasaría las entrañas, le obligaría a encogerse aún más en su cama.

Resistió entonces.

Asió deseperadamente las sábanas, y apretó su cuerpo mientras unas pocas lágrimas se perdían sobre las ardientes mejillas, sobre los temblorosos labios... filtrándose entre los pequeños dientes.


La luna habría salido ya.

A veces le recordaba a una gran torta de aceite, como la que mamá le daba para merendar, cuando su blancura se teñía.

Hoy no podía mirar su luna.


Carlos dormía en la cuna, su respiración acompasada le llegaba como un rumor de olas serenas...
Aunque la única certeza eran sus propios sollozos.

Tal vez la luna ya estuviera bien alta en el cielo.
Cuando papá entró en su habitación, y se sentó en la cama junto a él, Alberto no se movió.

Tan sólo creyó ver por un momento en la oscuridad, el destello fugaz de una hebilla dorada...

domingo, 17 de enero de 2010

DOS PALABRAS


Tendría yo los veinte, más o menos, cuando una tarde de verano le encontré en la Caleta.


Era una tarde de bocadillo con manteca y termo de tres cuartos lleno de café con leche, porque no había dinerillo para más.

Andábamos mi novio y yo en conversación distendida, superflua y pavisosa, cuando de repente mi niño, señalando al frente, hacia la orilla, me dice:

-"...ira!"..., "Quiñone...".

Yo, que nunca le había podido ver en persona, dudaba de su afirmación. Tampoco sabía realmente si era escritor, poeta... o si escribía coplas de carnaval.

El hombre iba paseando por la playa, con una bolsa de basura en la mano, recogiendo lo que no debía estar en la orilla de la Caleta...

Sorprendida, miré de nuevo al novio.

-¿Y por qué "ase" eso?-pregunto.

-¡Yo qué sé, vete a "sabé"!, ...no tendrá "ná" que "asé"...


A mí se me quedó la curiosidad veinteañera entre pecho y espalda, y como siempre he tenido iniciativa para lo bueno y lo regular, me puse en pie y le dije al pivito:

-"Po" yo voy a "pregunta´le"...


Le recuerdo alto. A lo mejor es que era alto.


-Perdone, ¿por qué "ase" "usté" eso?.


Y muy serio y sin soltar su bolsa, me dice:
-Por gaditanismo.


Desde aquel día, impresionada por sus palabras y conciente de la grandeza y humildad de su gesto, cuando paseo por la playa, recuerdo aquel encuentro...

Y suelo agacharme para recoger lo que no debería estar en nuestra Caleta.

Gracias Fernando.

sábado, 9 de enero de 2010

...querida Marina,

Querida Marina ... deberías saber cuánto adoro tus ojos, a cuáles ensueños me transporta tu sonrisa, a qué me recuerda el perfume de tu boca...
Tendría que decirte que tu piel es más suave que las rosas y que el sol encuentra en tus mejillas un intenso rival.
Querida Marina, ¡querida!.

En mi mente se agolpan en un instante un sinfín de recuerdos de nuestros años juntos.
Aquella vez que caminábamos descalzos por la playa, mientras la lluvia nos sorprendía entre risas nerviosas..., o aquella otra en que nos perdimos, empujados por la multitud, y anduvimos buscándonos desesperados entre la muchedumbre, para acabar encontrándonos por casualidad, abrazándonos al fin como dos chiquillos. ¿Recuerdas mi amor?.
Yo aún rememoro aquellos días con toda la intensidad de mi adoración por tí.
Por ello soy incapaz de no luchar por tu cariño, siempre, a pesar de todas las incertidumbres y las inseguridades. Sé que me amas como el primer día, ¿verdad mi vida?.
No puede ser de otra manera, lo sé, lo sé. Mi amor incondicional por tí atraviesa todas las barreras, incluso las que tú misma creas, porque estamos destinados a estar siempre juntos, ¿lo sabes, verdad?.
Marina, Marina, contéstame amor. ¿No me estás escuchando?... No te enfades conmigo. Olvida mi mal humor por favor, yo te necesito siempre a mi lado...
Marina..., ¡Marina...! no te golpeé tan fuerte, ¿verdad?.

lunes, 4 de enero de 2010

EL AUTOBÚS DE SOLAGITAS


Visitación sube resoplando, cargada con grandes bolsas. Apenas entra en el "coche", comienza a gritarle al chófer; que si por qué "ha tardao" tanto, que si la poca vergüenza...

El silencio se adueña de los demás pasajeros.

Yo observo cómo acomoda los bultos en el asiento tras el conductor mientras prosigue con improperios, sin apenas respirar.

Su peluca negra, cortita, un poco ladeada, sus cejas pobladas, la nariz abrochándole la cara y su porte menudo le confieren un aspecto cómico pero enérgico, altivo.

Antonio, el conductor haciendo acopio de paciencia y mucha sicología le dice que se calme, que siempre anda gritando, que él siempre la conoció gritando...

-"Vete a tomá por culo"-le contesta. -"Mi marío está sólo en la casa y a ver si se me va a caé

de la cama, puñeta"

-"Tu marío ya no se levanta más, ¿no?"- pregunta Antonio.

-¡Que va!, ...de la cama al sillón y del sillón a la cama. Peó que un niño chico, que tó se lo jase

ensima... Ar niño he dejao por allí, pero de jese no te pué fiá. ¡La mala uva que tiene...!

-¿Quién tu nieto?...


Mientras recorríamos la barriada del Carmen, Visitación fue relatando sus miserias, sus luchas con los nietos huérfanos, con su marido enfermo.

El rostro lleno de arrugas, las manos sarmentosas, el aire crispado, su enfado primero que se atenuaba... formaban en mis sentidos una huella que ya no podré borrar.

Y es que Visitación forma parte de las mujeres más valientes de la historia, es una heroína de lo cotidiano, un ser maravilloso e irrepetible. Alguién tan hermoso y generoso como completamente injusto para sí mismo.

Es la mujer de la posguerra, el corazón de la vida.

Me produce mucha tristeza pensar que tal vez no vivió demasiadas alegrías, que su vida la ha pasado "josifando", como ella decía.

Quizá alguién se escandalizara por sus palabras malsonantes, por sus ademanes bruscos, bárbaros... pero es una princesa.

Sólo hay que fijarse en la belleza de su entrega...