"¡En fin!, que me la encuentro en el autobús de Solagitas viniendo yo con ganitas de cháchara...
Lo primero que le dije, haciendo referencia a los puestos de garrapiñadas, chorizos y camisetas de la Plaza de las Bodegas, creo que no le hizo mucha ilusión. Me miraba de soslayo, como acostumbrá a soslayar muy de seguido.
Iba para el cementerio viejo a poner flores a no sé quién, que ya se había encargado ella de adecentar toíto aquello la semana anterior; la lápida, con su buen enjabonao y las letras bien repasadas con pintura porque se les había ido el color. Sólo le faltaban las flores; unas azucenas que ni parecían de mentira ni ná.
Me dejé caer y le confesé que yo no disfrutaría el día de mañana de sepelio alguno.
Es que me ahorro el disgusto de tener que pagarlo todos los meses -le expliqué-, además, no he encontrado hasta hoy un sólo cadáver por las calles, ni de perro siquiera, así que he decidido terminar mi vida en rebeldía.
La utopía que acaricio -le dije- es la de ser comidita güena para algún buitre de la sierra, a falta de tigre que sería lo suyo... ¿Qué?
¡Hombre, que yo le di mis razones, no te vayas a creer! Pues nada.
Empezó a hablarle a otra de las que iban en el autobús, diciendo que a ella el nicho de perpetuidad y que dos mil euros eran poca cosa...
Pero lo que ahora me tiene así no es eso, no.
Pobre niña... ¡Pues no dice la borrica que ya fue a preguntar lo que costaba hacerle el seguro de los muertos a la nieta y todavía la hija está de ocho meses...!
¡Er sangangui de la gachí...!"
Es que me ahorro el disgusto de tener que pagarlo todos los meses -le expliqué-, además, no he encontrado hasta hoy un sólo cadáver por las calles, ni de perro siquiera, así que he decidido terminar mi vida en rebeldía.
La utopía que acaricio -le dije- es la de ser comidita güena para algún buitre de la sierra, a falta de tigre que sería lo suyo... ¿Qué?
¡Hombre, que yo le di mis razones, no te vayas a creer! Pues nada.
Empezó a hablarle a otra de las que iban en el autobús, diciendo que a ella el nicho de perpetuidad y que dos mil euros eran poca cosa...
Pero lo que ahora me tiene así no es eso, no.
Pobre niña... ¡Pues no dice la borrica que ya fue a preguntar lo que costaba hacerle el seguro de los muertos a la nieta y todavía la hija está de ocho meses...!
¡Er sangangui de la gachí...!"
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