lunes, 10 de enero de 2011

ESTADÍA

El llanto primero, dejado atrás como las olas dejan al naúfrago... siempre invariable, frenético,
es la lluvia del amanecer de la conciencia, agonía que refleja el frágil rostro de la existencia.
El llanto que deja abierta las puertas a la poesía... aquella que proyecta el haz de luz hacia tempestades intuídas...
La muerte sólo es el principio, me digo, aferrándome al necesario regreso. Sin lastres ni anclajes, un vestigio de cordura se acomoda como un gato al calor de un hogar, entre jirones de piel mil veces violada por el sol.
Permanezco mientras esta conciencia, perdida entre las vísceras de un embalaje mísero, crece. Extasía con impulsos rítmicos, orgásmicos, cada resto de ceniza azotada por palizas y vergüenzas, deteriora la carne, al comparar la nada con su belleza.
La belleza de no temer.
El llanto último.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Muy bueno, si señor...
A veces, me sorprendes con este tipo de textos...
Lo releo otra vez.

Cuenticiente dijo...

Ana,valoro muchísimo tu comentario.

¿Qué seríamos sin pasiones? Ojalá fueran el latido de cada instante, para vivirlo todo y caer exhaustos...
Después... ¿qué más da el después?

Carmen dijo...

La frase " El llanto que deja abiertas las puertas a la poesía" es fantástica. Me encanta todo.

Besos.

Cuenticiente dijo...

¡Hola Carmen! ¡Besos! Gracias.